Hoy te he visto llorar.
He visto cómo una suave lágrima se deslizaba sobre tu blanca piel, lentamente, incansablemente, como si tuviera toda la vida por delante, como si nunca fuera a evaporarse y volverse tan etérea como el aire, y todo eso en un instante.
En ese instante, recordé todas aquellas cosas que creí olvidadas, o por lo menos fingí olvidarlas, encerrarlas en algún lugar de mi mente o de mi corazón para que luego no escapasen y volviesen a hacer de las suyas por mi cabeza.
Y todo eso pasó hace tan poco… que al instante, han vuelto a inundar mi mente, recordándome ayer, cuando esas lágrimas eran mías.
Susurraste unas palabras, y no supe responder. ¿Qué iba a decir ahora? Si ya todo estaba dicho, ya todo estaba asumido, hablado y olvidado.
En un susurro dije todo lo que mi inteligible mente se atrevió a pensar, o quizás a insinuar.
Y más tarde me di cuenta de que todo lo que necesitabas era que yo estuviera allí. Que todo lo que necesitabas era murmurar aquellas palabras y soltar aquellas lágrimas envenenadas que contenían toda la pena que habías almacenado durante tanto tiempo.
Durante tantos meses… si resulta que sólo necesitabas eso.
¿Por qué había resultado tan difícil?
Retiré lentamente la mirada de tu rostro y miré hacia el lejano horizonte, allí se divisaban unas nubes claras, que se difuminaban sinuosamente entre todas estas oscuras que poblaban el cielo más cercano.
Entonces comprendí que después de hundirte sales a flote. Y en un segundo contemplé como tu cara adoptaba una sonrisa.
He visto cómo una suave lágrima se deslizaba sobre tu blanca piel, lentamente, incansablemente, como si tuviera toda la vida por delante, como si nunca fuera a evaporarse y volverse tan etérea como el aire, y todo eso en un instante.
En ese instante, recordé todas aquellas cosas que creí olvidadas, o por lo menos fingí olvidarlas, encerrarlas en algún lugar de mi mente o de mi corazón para que luego no escapasen y volviesen a hacer de las suyas por mi cabeza.
Y todo eso pasó hace tan poco… que al instante, han vuelto a inundar mi mente, recordándome ayer, cuando esas lágrimas eran mías.
Susurraste unas palabras, y no supe responder. ¿Qué iba a decir ahora? Si ya todo estaba dicho, ya todo estaba asumido, hablado y olvidado.
En un susurro dije todo lo que mi inteligible mente se atrevió a pensar, o quizás a insinuar.
Y más tarde me di cuenta de que todo lo que necesitabas era que yo estuviera allí. Que todo lo que necesitabas era murmurar aquellas palabras y soltar aquellas lágrimas envenenadas que contenían toda la pena que habías almacenado durante tanto tiempo.
Durante tantos meses… si resulta que sólo necesitabas eso.
¿Por qué había resultado tan difícil?
Retiré lentamente la mirada de tu rostro y miré hacia el lejano horizonte, allí se divisaban unas nubes claras, que se difuminaban sinuosamente entre todas estas oscuras que poblaban el cielo más cercano.
Entonces comprendí que después de hundirte sales a flote. Y en un segundo contemplé como tu cara adoptaba una sonrisa.
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