-Hola señorita, ¿quiere un pájaro?
-No, gracias...
-¿NO? ¿De verdad? Es que este es muy obediente, cuando usted le dice mueve las alas.
-No, no, gracias, es que no tengo mascotas en casa...
-Que sí, mire, si lo tengo en el bolsillo
- ...
El viejo hombre se saca una grulla de papel del bolsillo, y le estira de la cola haciendo que se le muevan las alas.
-¿Ves como es tan obediente?
-Hihi...
-¿Quiere saber como se llama?
-¿Cómo se llama?
-Godi.
-Ah, ya entiendo. Pues muchas gracias, hombre.
-Cuídelo bien, ¿eh?
-Sí, por supuesto. Gracias.
Godi era su propio nombre, y también como se llamaba la tienda que había fundado, en la que tras su jubilación trabajaban todos sus hijos.
****
Y es que hasta la vida más aburrida tiene cosas peculiares. Sólo hay que saber mirar.
Un beso.
P.D: ¡Tariorarí, ti! ¡Tarirorará, ta!
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